
El otro día en un voluntariado intercultural que he estoy haciendo (creo que ya hablé de él hace poco) vino un niño de 7 años marroquí. Lo acompañaba una prima suya que hacía las veces de intérprete. Yo le ofrecí galletas y él, traducción mediante, me respondio con una sonrisa de oreja a oreja, que interpreté correctamente como un muchas gracias. A los treinta segundos ya tenía sus galletas en un plato sobre la mesa. Cuando las vio, cogió una con cada mano, me imagino como señal de propiedad. La cosa es que no se decidía a comerlas así que le dije a la traductora que le preguntara porqué no lo comía. La respuesta que me dio la traductora fue:
"Me dice que prefiere esperar a Clao"
Yo le dije que no conocía a ningún clao, que probablemente estaba mal traducido así que insistiera. Ella me dijo que le repetía claramente clao (cosa que yo oía perfectamente) y que clao no es ninguna palabra árabe.
Después de un rato deduje que Clao no era nadie sino algo. Y ciertamente, tenía razón: una merienda, por mucha galleta que tenga no es merienda sin Clao. "Cola Clao".