El título de este post es una frase que Shrek emplea en el DVD cuando clicas sobre la puerta de su ciénaga. Y me da mucho que pensar.
Jose Luis Arriaza, un locutor fantástico de la Cadena Ser en Radio Madrid, hablaba esta mañana de ello. Decía que no tenía perfil en las redes sociales. Entre otras cosas decía que si él quería relacionarse con alguien le llamaba para tomar una cerveza pero no posteaba en su muro. No sé exactamente qué palabras usaba pero venía a decir eso. A mí personalmente lo del concepto de muro me encanta, me parece acertadísimo y práctico. Además tiene un regusto a las confidencias con forma de corazoncito donde las niñas del cole pasaban el tiempo contandose unas a otras sus intimidades mientras los chavales, nos dedicábamos al balón (que para eso era lo nuestro) y los únicos titulares que nos interesaban los publicaba el AS a la mañana siguiente.
Lo cierto es que yo sí que tengo perfil en esas redes tan conocidas pero lo tengo bastante desatendido. Normalmente, cuando me conecto (una o dos veces como mucho al mes) me encuentro que tengo tropecientas invitaciones para unirme a la tercera guerra mundial, no sé cuántas notificaciones, varias solicitudes, algunas sugerencias, actualizaciones de estado y gente que quiere compartir conmigo aplicaciones. El tema es que no sé bien de qué hablan cuando dicen notificaciones, sugerencias, actualizaciones... y de las solicitudes no sé hasta tienen pensado llegar.
Desde aquí os digo a todos mis amigos que, aunque no descarto nada, por el momento lo de unirme a la tercera guerra mundial lo dejo en veremos (pero no os garantizo nada); a los que notificáis vuestro interés en conocer el significado de mi apellido lamento deciros que a mí me la trae bastante al dengue (tonterías de la vida, siempre lo relacioné con el tarot y la astrología y yo soy excesivamente racional) pero investigad por vuestra cuenta todo lo que querais; quienes me preguntáis que qué soy si vampiro o licántropo me lo miraré en el DNI pero juraría que sólo especifica varón sin entrar en más detalles; y bueno, la gente que me invitó a "tomar" (no sé porqué no traducen bien y en vez de tomar dicen ejecutar, abrir, etc.) aplicaciones de todo tipo agradezco el interés pero cuando intento "tomarlas", mi pc me pide que para tomar esa aplicación tengo que compartir con más gente parte de mi información y eso si que, lo siento mucho pero no.
Pues eso, que por el momento no creo que siga actualizando facebook y similares. Hasta entonces, nos vemos en los bares. Y en mi blog!
domingo, 30 de agosto de 2009
martes, 25 de agosto de 2009
Existencialismo

"I like it that way - makes me look the way I feel."
Fran Kubelik en "El Apartamento" (1960)
Cuando soy lo que soy en un espejo roto.
"Nube Negra" Luis Gª Montero (2005) para J. Sabina.
Fran Kubelik en "El Apartamento" (1960)
Cuando soy lo que soy en un espejo roto.
"Nube Negra" Luis Gª Montero (2005) para J. Sabina.
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viernes, 21 de agosto de 2009
"Desafiando al oleaje sin timón ni timonel..."

A comienzos de este verano vi una lancha hinchable de esas que algunos tuvimos de crios. Costaba 20€ y la tenían en una tienda debajo de mi casa.
Tarde un par de semanas en decidirme a comprarla pero al final lo hice. No estaba seguro de que fuera un dinero bien invertido. De hecho justo después de comprarla, al salir de la tienda salí algo arrepentido de haberlo hecho.
El caso es que, el mismo día de la botadura comprendí de sopetón que esos 20€ se iban a convertir en el dinero mejor invertido de todo el verano. Mi duda sobre la compra sólo duro un suspiro (literal) La lancha era para mí, sí, pero yo no tenía ninguna intención en subirme a ella. De hecho la compré sin remos. Para hacer de remos y de timonel estaba yo. La barca tenía adjudicada su tripulación bastante antes de su compra: mis tres sobrinos.
El Cantábrico se enrolló más de lo habitual en él aportando su granito de arena y el viento sopló justo y más de lo necesario para que las olas, Arquímedes mediante, pusieran patas arriba a todos y cada uno de los ocupantes volteando una y mil veces la lancha. Por cada vuelco un conglomerado de emociones para su grumete: sorpresa, alegría, miedo... Y mi duda sobre el acierto de su compra sólo soportó el primer revolcón. A lo mejor dentro del propio concepto de vuelco está el llevar consigo esa catarsis que, al menos en mí, disipó la menor duda. Cuando vi las lágrimas (al 50% risa-llanto) en los ojos de todos y cada uno de los tripulantes, y aun con el aturdimiento del haber sido volteados, verlos buscar a tientas la lancha alcanzándola a trancas y barrancas para volver a bordo, tuve fé ciega de haber acertado con la compra.
Hoy la tripulación cmbió de mar y de puerto y abandonó a su patrón. Y el patrón se siente cojo, como el pirata, sólo que a la altura del alma: acostumbrado a hacer de timón de su gente, pierde un poco el norte cuando se ve sin tripulación que gobernar. Deberá esperar un año más para volver a surcar los mares cántabros.
Tarde un par de semanas en decidirme a comprarla pero al final lo hice. No estaba seguro de que fuera un dinero bien invertido. De hecho justo después de comprarla, al salir de la tienda salí algo arrepentido de haberlo hecho.
El caso es que, el mismo día de la botadura comprendí de sopetón que esos 20€ se iban a convertir en el dinero mejor invertido de todo el verano. Mi duda sobre la compra sólo duro un suspiro (literal) La lancha era para mí, sí, pero yo no tenía ninguna intención en subirme a ella. De hecho la compré sin remos. Para hacer de remos y de timonel estaba yo. La barca tenía adjudicada su tripulación bastante antes de su compra: mis tres sobrinos.
El Cantábrico se enrolló más de lo habitual en él aportando su granito de arena y el viento sopló justo y más de lo necesario para que las olas, Arquímedes mediante, pusieran patas arriba a todos y cada uno de los ocupantes volteando una y mil veces la lancha. Por cada vuelco un conglomerado de emociones para su grumete: sorpresa, alegría, miedo... Y mi duda sobre el acierto de su compra sólo soportó el primer revolcón. A lo mejor dentro del propio concepto de vuelco está el llevar consigo esa catarsis que, al menos en mí, disipó la menor duda. Cuando vi las lágrimas (al 50% risa-llanto) en los ojos de todos y cada uno de los tripulantes, y aun con el aturdimiento del haber sido volteados, verlos buscar a tientas la lancha alcanzándola a trancas y barrancas para volver a bordo, tuve fé ciega de haber acertado con la compra.
Hoy la tripulación cmbió de mar y de puerto y abandonó a su patrón. Y el patrón se siente cojo, como el pirata, sólo que a la altura del alma: acostumbrado a hacer de timón de su gente, pierde un poco el norte cuando se ve sin tripulación que gobernar. Deberá esperar un año más para volver a surcar los mares cántabros.
lunes, 10 de agosto de 2009
Y Cía.

"[...] Que a estas alturas todos sabéis que esta gente que hay aquí, aparte de ser bastante más que mi propia familia tienen sus propias carreras individuales y también la que tienen conmigo no es de meros acompañantes puesto que componen conmigo, me producen, me inflan a hostias cuando es necesario... y me quitan las nubes negras."
Joaquín Sabina, presentando a sus músicos durante un concierto.
P. de la Magdalena (Santander. Agosto de 2006)]
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jueves, 6 de agosto de 2009
A8 (VAG)

"A veces la perfección resulta dificil de soportar"
En el año 2006, Audi presentaba el anuncio del A8 con una serie de imagenes de su coche estrella unicamente apoyandose en el siguiente texto:
"En 1817 el joven novelista francés Stenhal, visitó la ciudad de Florencia. Nada le había preparado para la acumulación de tanta belleza. Entro en la monumental iglesia de la Santa Croce. De repente se sintió aturdido: sufrió una ligera desorientación, palpitaciones, una intensa sensación de falta de aire... y tuvo que salir. Hoy en día, estos síntomas se conocen como síndrome de Stendhal."
Como en los buenos anuncios, en ningún momento hacen alusión al coche. Tan sólo al final se cita una escueta frase "A veces la perfección resulta dificil de soportar" seguida del nombre del momdelo anunciado: A8.
El anuncio entero creo que es el mejor que he visto nunca pero hay un momento sublime en él que es cuando aparece el coche una noche, bajo una intesa lluvia con las luces dadas, el limpiaparabrisas a todo gas y, claro, el coche vacío con la puerta abierta.
Una vez más, Audi, apoyada en la agencia publicitaria DDB, supo hacer diana. Os recomiendo que visiteis más anuncios de esta agencia para audi.
Pic: La foto no es exactamente del A8 sino de la versión deportiva de éste. Me gustaba el contraste del coche, el edificio y la bici ¿Algún problema?
domingo, 2 de agosto de 2009
A Raúl González Tuñón
A sus diez y ocho abriles (parece que fue nunca) el abajo firmante quería ser ladrón; un respeto, nada que ver con los piojosos, santos inocentes, cacos provincianos que detenía mi padre, el comisario Florencio Pérez, en la sórdida Mágina franquista (¿entienden ahora por qué mi infancia no se parecía al prestigioso paraíso perdido del escriba adulto?) uno, modestia aparte, apuntaba más alto: o Borges o bailable, o Al Capone, o ilustre miembro de la infame turba de románticos rateros cosmopolitas que dilapidaban su dinero con mujeres y malandrines en pocilgas y merenderos en milongas y clandestinos. Por cierto y hablando en plata ¿qué mujeres, qué dinero, qué milongas? Pocilgas y merenderos y clandestinos sí, de eso teníamos en mi calle para dar y exportar. Y aquí entra, sombreros fuera, González Tuñón, bendito sea; porque uno, en su ignorancia bautismal, ni sabe ni quiere saber cuáles son los mecanismos sutiles y misteriosos por los que un racimo de versos imborrables queda tatuado a fuego en la memoria de los veinte años como jamás, por sublime que fuera, lo haría después otro poemario. Tal vez, quiero creer que sí, fue a través del tata Cedrón, que salía en los amados libros de un tal Julio y con quien tuve el honor de emborracharme, pagando yo naturalmente, años después en la tertulia del Tato, otro cronopio argentino de Granada (donde también conocí, pero esa es otra historia, a Luis García Montero) como primero lo escuché.
Pero a lo que íbamos, rebobinando, supongo que antes de leerlo, lo disfruté cantado (avant la lettre, que diría un cursi o de la musique avant toute chose, que dirían dos) por el cuarteto Cedrón en la cara B de un disco donde Paco Ibáñez, tan insultado estos días por la sectaria manque de finesse de los filisteos de siempre, recitaba, con su conmovedora voz de cabra, a Pablo Neruda. ¿Cómo no iba a gustarme si hablaba del farolito de la calle en que nací, del balcón donde volverían a colgar sus nidos las más oscuras golondrinas, de las Magdalenas imposibles con las que nunca dormiría, de la gorra hasta las orejas, de las bufandas a cuadros, de las buenas samaritanas, del asilo de las hermanas, de las patadas en la puerta que, a media noche, me desvelarían? ¿Cómo no iba a amarlo si yo también coleccionaba tarjetas postales y quería viajar y ser feliz y, antes que nadie, sí, que nadie, estuve enamorado de Rosita? Luego llovió, diluvió sobre mojado y leí y canté y viví y rodé y bebí y olvidé y jugué y perdí y gané y aprendí a bailar el vals sin academia, pero no a silbar ni a bajarme de los coches en movimiento y mi gato Lutero se comió el canario y la virgen de plata salió puta y aquellos polvos trajeron estos lodos y cada vez que, a ratos, escampaba, allí seguían los versos de Raúl grabados para siempre en la piel del corazón de la memoria. Quién sabe cómo llegarían en el Londres post Beatle y post Mary Quant a los oídos sin tapones de los cojones del alma de aquel atónito exiliado que yo fui los versos del poeta rioplatense, tan rojo sin perder exquisitez, tan exquisito sin ponerse precio. ¿Y cómo le digo a la gente que baila boleros y no lee poesía que la culpa la tienen los que la escriben, que la culpa la tienen los que la enseñan, que la culpa la tienen los que la impostan? ¿Y cómo les digo que Raúl, que González, que Tuñón? ¿Y cómo les digo? El caso es que, cuando me pidieron rescatar del olvido un poema amado, no tuve que pensarlo. Porque le deben todo mis canciones, porque lo leen tan poco mis cofrades, porque lo ignoran mucho los poetas, porque no saben nada los que saben, porque lo quiero tanto todavía, por su muerte tan viva y tan insomne, porque me hace llorar a pleno día, por los años impíos y fugaces, por la primera piedra en tantos barrios, por mi guerra de España tan perdida, por su Rosa blindada, porque todos somos humanos, inhumanos fatalistas, sentimentales inocentes como animales y canallas como cristianos.
Joaquín Sabina en la Casa de América a Raúl González Tuñón
Pero a lo que íbamos, rebobinando, supongo que antes de leerlo, lo disfruté cantado (avant la lettre, que diría un cursi o de la musique avant toute chose, que dirían dos) por el cuarteto Cedrón en la cara B de un disco donde Paco Ibáñez, tan insultado estos días por la sectaria manque de finesse de los filisteos de siempre, recitaba, con su conmovedora voz de cabra, a Pablo Neruda. ¿Cómo no iba a gustarme si hablaba del farolito de la calle en que nací, del balcón donde volverían a colgar sus nidos las más oscuras golondrinas, de las Magdalenas imposibles con las que nunca dormiría, de la gorra hasta las orejas, de las bufandas a cuadros, de las buenas samaritanas, del asilo de las hermanas, de las patadas en la puerta que, a media noche, me desvelarían? ¿Cómo no iba a amarlo si yo también coleccionaba tarjetas postales y quería viajar y ser feliz y, antes que nadie, sí, que nadie, estuve enamorado de Rosita? Luego llovió, diluvió sobre mojado y leí y canté y viví y rodé y bebí y olvidé y jugué y perdí y gané y aprendí a bailar el vals sin academia, pero no a silbar ni a bajarme de los coches en movimiento y mi gato Lutero se comió el canario y la virgen de plata salió puta y aquellos polvos trajeron estos lodos y cada vez que, a ratos, escampaba, allí seguían los versos de Raúl grabados para siempre en la piel del corazón de la memoria. Quién sabe cómo llegarían en el Londres post Beatle y post Mary Quant a los oídos sin tapones de los cojones del alma de aquel atónito exiliado que yo fui los versos del poeta rioplatense, tan rojo sin perder exquisitez, tan exquisito sin ponerse precio. ¿Y cómo le digo a la gente que baila boleros y no lee poesía que la culpa la tienen los que la escriben, que la culpa la tienen los que la enseñan, que la culpa la tienen los que la impostan? ¿Y cómo les digo que Raúl, que González, que Tuñón? ¿Y cómo les digo? El caso es que, cuando me pidieron rescatar del olvido un poema amado, no tuve que pensarlo. Porque le deben todo mis canciones, porque lo leen tan poco mis cofrades, porque lo ignoran mucho los poetas, porque no saben nada los que saben, porque lo quiero tanto todavía, por su muerte tan viva y tan insomne, porque me hace llorar a pleno día, por los años impíos y fugaces, por la primera piedra en tantos barrios, por mi guerra de España tan perdida, por su Rosa blindada, porque todos somos humanos, inhumanos fatalistas, sentimentales inocentes como animales y canallas como cristianos.
Joaquín Sabina en la Casa de América a Raúl González Tuñón
sábado, 1 de agosto de 2009
Para Arcángel González
Para Arcángel González
I]
Bendita sea la canción desnuda
sin el beso de Judas Gamoneda,
maldita santa Rita en almoneda
con medalla de boina tartamuda.
Bendito calcetín sin fe ni muda,
huésped contrito del amor en veda,
galletas con café, lija de seda,
sin Cristo, ni Yahvé, ni Freud, ni Buda.
¿Qué será de mis íes sin tus puntos,
de mi solo de baba sin adjuntos,
de la Kontiki a solas con tu silla?
Ángel querido, ¿quién vacuna ahora
mi sarpullido al margen de la aurora,
mi verso tan viudo y con ladillas?
II]
A la hora de don Juan y de don Mendo,
de Bradomín, del carro de Pandora,
del sarro de la nuit que nos devora
nunca te oí decir: vámonos yendo.
Arcángel de la duda en comandita,
posguerra del dos mil, difunto mío,
por los baipases del escalofrío
se desangra mi sangre huerfanita.
Este año que nació sin primavera
murió de viejo tan recién nacido
como el olvido al pie de una escalera.
González en goliardo, qué apellido
bastardo del marido de cualquiera,
qué muerte al por mayor, qué sinsentido.
Joaquín Sabina (2008) En prensa: Interviú.
I]
Bendita sea la canción desnuda
sin el beso de Judas Gamoneda,
maldita santa Rita en almoneda
con medalla de boina tartamuda.
Bendito calcetín sin fe ni muda,
huésped contrito del amor en veda,
galletas con café, lija de seda,
sin Cristo, ni Yahvé, ni Freud, ni Buda.
¿Qué será de mis íes sin tus puntos,
de mi solo de baba sin adjuntos,
de la Kontiki a solas con tu silla?
Ángel querido, ¿quién vacuna ahora
mi sarpullido al margen de la aurora,
mi verso tan viudo y con ladillas?
II]
A la hora de don Juan y de don Mendo,
de Bradomín, del carro de Pandora,
del sarro de la nuit que nos devora
nunca te oí decir: vámonos yendo.
Arcángel de la duda en comandita,
posguerra del dos mil, difunto mío,
por los baipases del escalofrío
se desangra mi sangre huerfanita.
Este año que nació sin primavera
murió de viejo tan recién nacido
como el olvido al pie de una escalera.
González en goliardo, qué apellido
bastardo del marido de cualquiera,
qué muerte al por mayor, qué sinsentido.
Joaquín Sabina (2008) En prensa: Interviú.
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