lunes, 8 de junio de 2009

¡Corrobore, corrobore, que se va usted a hartar!




¡Que me salga una máquina por favor!

No hace mucho que siempre que llamo a los servicios de atención al cliente rezo para que me salga una máquina. Que tal, mi nombre es fulanito y mi CI es de 100. ¿Hablo con Pentium doble núcleo a 2,00Ghz? Encantado.

Sí, he dicho bien: quiero que me atienda una máquina. Las máquinas han mejorado mucho, ya casi empatizan con uno. Por contra, los operarios, han sufrido el proceso inverso (obligados por el sistema, por supuesto) Los límites entre humanos y máquinas se difuminan no tanto por el avance de la técnica sino por el retroceso de los humanos: los mentores de estos operarios han conseguido inculcar en sus discípulos la creencia de que toda la lógica con que son capaces de trabajar, se limita a distribuir aleatoriamente un reducidísimo grupo de palabras comodín en cualquier frase. No es falta de nivel cultural ni nada por el estilo. Es una máxima empresarial: economía del lenguaje pura y dura. Ciertamente el motivo de las llamadas a estos servicios puede tender a infinito y si al final consigues que tan sólo se trate de una verificación o corroboración (no se necesita complemento, simplemente verificación o corroboración en sí mismas, a palo seco), como empresario, has ganado mucho.

Estos días son los exámenes de Selectividad: si en el examen de Lengua Castellana pusiésemos a los chavales a analizar el diálogo de uno de estos trabajadores en su día a día, toda la conversación tendría un único núcleo ("verifico" o "corroboro", indistintamente) y todo lo demás serían complementos, subordinadas, yuxtaposiciones, locuciones, circunloquios, rotondas, idas de tarro y salidas por la tangente. Al final, la oración puede ocupar uno o varios párrafos (también indistintamente) y tendríamos un fantástico diálogo de besugos. Lo peor es que encima, como te tratan por el nombre, ni tan siquiera te queda el placer de poderle llamar gilipollas. Nunca hay que perder las formas.

Desconozco el adoctrinamiento al que son sometidos en un cursillo acelerado pero me temo que no siempre, los términos “verifico”, “corroboro”, y similares son usados sin saber previamente su significado. Me molesta que corroboren antes de verificar y que verifiquen sin saber qué demonios es eso. Yo aprendí el significado real de verifican y corroborar en 2º de carrera en una asignatura de filosofía con Kuhn y Popper mediante. Y ahora mismo no estoy seguro de saberlos utilizar en su justa medida.

Ahora os propongo ser malos y hacer un pequeño juego: se trata de juntaros con un amigo y llamad al tiempo desde dos teléfonos distintos a este tipo de servicios de atención al cliente. Se trata de leer en dos llamadas simultáneas al mismo servicio de atención al cliente un mismo caso imaginario previamente pactado. Ya en la llamada, una vez leído el caso hipotético, gana aquel que consigue retrasar lo más posible la aparición en la conversación del término corroborar, verificar o cualquiera de sus variantes. ¿Qué te va a que no pasáis del minuto? Verificadlo vosotros mismos.

2 comentarios:

sarodelai dijo...

Muy agudo, sí señor!

Nunca chateo dijo...

Muy bueno, corroboro tus palabras. Por cierto, para escribir este comentario he tenido que verificar una palabra que me ha aparecido en la pantalla.