
A comienzos de este verano vi una lancha hinchable de esas que algunos tuvimos de crios. Costaba 20€ y la tenían en una tienda debajo de mi casa.
Tarde un par de semanas en decidirme a comprarla pero al final lo hice. No estaba seguro de que fuera un dinero bien invertido. De hecho justo después de comprarla, al salir de la tienda salí algo arrepentido de haberlo hecho.
El caso es que, el mismo día de la botadura comprendí de sopetón que esos 20€ se iban a convertir en el dinero mejor invertido de todo el verano. Mi duda sobre la compra sólo duro un suspiro (literal) La lancha era para mí, sí, pero yo no tenía ninguna intención en subirme a ella. De hecho la compré sin remos. Para hacer de remos y de timonel estaba yo. La barca tenía adjudicada su tripulación bastante antes de su compra: mis tres sobrinos.
El Cantábrico se enrolló más de lo habitual en él aportando su granito de arena y el viento sopló justo y más de lo necesario para que las olas, Arquímedes mediante, pusieran patas arriba a todos y cada uno de los ocupantes volteando una y mil veces la lancha. Por cada vuelco un conglomerado de emociones para su grumete: sorpresa, alegría, miedo... Y mi duda sobre el acierto de su compra sólo soportó el primer revolcón. A lo mejor dentro del propio concepto de vuelco está el llevar consigo esa catarsis que, al menos en mí, disipó la menor duda. Cuando vi las lágrimas (al 50% risa-llanto) en los ojos de todos y cada uno de los tripulantes, y aun con el aturdimiento del haber sido volteados, verlos buscar a tientas la lancha alcanzándola a trancas y barrancas para volver a bordo, tuve fé ciega de haber acertado con la compra.
Hoy la tripulación cmbió de mar y de puerto y abandonó a su patrón. Y el patrón se siente cojo, como el pirata, sólo que a la altura del alma: acostumbrado a hacer de timón de su gente, pierde un poco el norte cuando se ve sin tripulación que gobernar. Deberá esperar un año más para volver a surcar los mares cántabros.
Tarde un par de semanas en decidirme a comprarla pero al final lo hice. No estaba seguro de que fuera un dinero bien invertido. De hecho justo después de comprarla, al salir de la tienda salí algo arrepentido de haberlo hecho.
El caso es que, el mismo día de la botadura comprendí de sopetón que esos 20€ se iban a convertir en el dinero mejor invertido de todo el verano. Mi duda sobre la compra sólo duro un suspiro (literal) La lancha era para mí, sí, pero yo no tenía ninguna intención en subirme a ella. De hecho la compré sin remos. Para hacer de remos y de timonel estaba yo. La barca tenía adjudicada su tripulación bastante antes de su compra: mis tres sobrinos.
El Cantábrico se enrolló más de lo habitual en él aportando su granito de arena y el viento sopló justo y más de lo necesario para que las olas, Arquímedes mediante, pusieran patas arriba a todos y cada uno de los ocupantes volteando una y mil veces la lancha. Por cada vuelco un conglomerado de emociones para su grumete: sorpresa, alegría, miedo... Y mi duda sobre el acierto de su compra sólo soportó el primer revolcón. A lo mejor dentro del propio concepto de vuelco está el llevar consigo esa catarsis que, al menos en mí, disipó la menor duda. Cuando vi las lágrimas (al 50% risa-llanto) en los ojos de todos y cada uno de los tripulantes, y aun con el aturdimiento del haber sido volteados, verlos buscar a tientas la lancha alcanzándola a trancas y barrancas para volver a bordo, tuve fé ciega de haber acertado con la compra.
Hoy la tripulación cmbió de mar y de puerto y abandonó a su patrón. Y el patrón se siente cojo, como el pirata, sólo que a la altura del alma: acostumbrado a hacer de timón de su gente, pierde un poco el norte cuando se ve sin tripulación que gobernar. Deberá esperar un año más para volver a surcar los mares cántabros.
2 comentarios:
No hay nada como una tripulación asi de entusiasta! me ha divertido mucho tu relato...un año pasa enseguida! saludos y buen fin de semana. Aunque no te escriba siempre te leo siempre.
Gracias lola por leerte todo el tronchaco de texto. Yo la verdad es que debería leerte más a menudo delo que lo hago aunque también te leo con frcuencia.
Publicar un comentario