"El juicio final es el día del funeral, cuando no hay nadie para acercar la caja hacia el altar"
M. Benedetti.
Siempre he estado absolutamente de acuerdo con la cita de Mario pero, me acabo de dar cuenta que no siempre es de fiar: es probable que, en el funeral que me espera, no haya nadie en el momento de acercar la maldita caja porque todo el mundo estará hecho trizas y los miembros de la coral estén muy nerviosos porqeu se han quedado huérfanos de presidente y, por si fuera poco, les toca entonar, precisamente para él, la partitura más triste.
Conocía poco a N. Sin embargo tenía algo especial que me transmitió desde el primer momento. Dice Castilla del Pino que él siempre estuvo fascinado con "su tía Elena" porque hasta el mismo día de su muerte (éste incluido) no oyó a nadie hablar nunca mal de ella. Yo he tenido la suerte de tener una "tía Elena" de nombre Raquel que, además, era mi madrina. Nunca oí absolutamente a nadie hablar mal de ella, al revés, era difícil que alguien no te dijera que era una persona estupenda. El día que murió comprendí que dios cometía errores garrafales y comencé a desconfiar de él.
Con "N", sin quererlo, me paso una cosa graciosa: tres segundos después de conocerlo, me desveló que, acababa de conocer a la tercera peresonal de la que "nunca nadie habló/habla/hablará mal". Siendo abogado, además tiene un mérito añadido. Y conste que nuestra primera conversación no empezó con buen pié, lo recuerdo perfectamente, como si fuera ahora:
[él de cliente; yo de camarero]
N: -Hola, ponme un café con una pizca de leche. Y cuando digo una pizca digo exactamente eso, una pizca.
Yo: - [pensando "ya me ha tocado el triquismiquis de turno"] Entendido.
N: [esbozando una sonrisa mientras yo echaba la gota de leche]
Fue en ese mismo momento, con aquella mueca, sin que me dijera nada, comprendí que estaba totalmente errado en haberlo considerado triquismiquis. Sencilllamente era una persona que sabía lo que decía y además lo decía con una sonrisa entredientes. A mí me gusta esa gente. Además, hubo algo en aquella, no llegó ni a sonrisa, era una sonrisa tímida que me hizo acordarme instantaneamente de mi tía y de la tía de Castilla del Pino.
Fue más tarde que vino mi madre a la cafetería donde estábamos y me dijo:
-"¿Sabes quien es el señor al que le has servido el cafe?"
-No
-Es el padre de tus amigas Susana y Ángela, de Lacampa, el abuelo de Nilo.
Entonces yo le dije que si que conocía a sus hijas y que su nieto era un crack como fotógrafo y él me interrumpió y me dijo "mira, soy abogado y no tengo ni idea de cuantos libros habré leído en mi vida (pero serán bastantes) [yo viendo que tenía un ojo como cansado y pinta y discurso de intelectual me hice una idea aproximada de la biblioteca de Alejandría] pero mi nieto probablemente ya me haya alcanzado". Modesto, además, modesto.
Por eso, determinadas personas, están eximidas tanto del juicio final del Benedettí, como del otro en caso de que exista. No tienen nada que demostrar. Precisamente por eso, no importa que en el funeral no haya nadie para llevar la caja (porque estarán todos trenzados) Al haber sido abogado podría defenderse por sí mismo ante cualquier querella, pero sencillamente, no hará falta, poruqe no habrá queja ninguna. Ni el menor reproche: probablemente ni un papel al suelo.
Es verdad eso que canta Maria Dolores Pradera "desde luego, parece un juego pero no hay nada mejor que ser un señor de aquellos que vieron mis abuelos". No sé bien porque me dejé llevar por la emoción y quise rezar al cristo de Velázquez para que intercediera. No hubo milagro. Los milagros no existen. Si el Cristo de Velázquez no pudo hacer nada, es que nada podía hacerse.
PD: Ójala, aunque no existan, mañana se produzca el milagro y pueda estar con él, sirviendole un café con una gota de leche mientras me sonríe.