
Quienes me conocéis sabéis que soy muy poco ecléctico en cuanto a gustos musicales: alterno poco círculos que no se muevan dentro de la música española. Me gusta la Argentinita (desde los doce años tengo esa espina clavada, los compañeros del colegio escuchaban a Guns N Roses y a mí me daba un palo que te pasas confesar que yo era más de la Argentinita con Federico García Lorca que de esos tipos andrajosos “macarras de ceñidos pantalón”) Y también más de Mª Dolores Pradera y Paco Ibáñez y Serrat. Sí, también Sabina. Sobre todo Sabina. Pero Sabina fue más tarde. Los otros fueron primero, antes, en mi digamos "formación musical". Pongamos que yo pasé directamente de las canciones de los payasos de la TVE a la Argentinita sin que hubiera nada por medio. Digo nada musicalemnte hablando. Haber, haber, por lo menos algún trauma inconfesable, esquizofrenia o similares, seguro.
En octubre de 1990, en mi primer viaje a Madrid en el TALGO me pasé todo el viaje escuchando un disco de un tal Sabina que se llamaba “El hombre del traje gris” y que molaba mucho. Sabía de Sabina que era un cantante de Madrid y poco más. Y no sólo me molaba a mí sino que a algunos de los malotes de mi clase por los que suspiraban aquellas chicas que yo tanto deseé, aquellos indeseables que les gustaban Bon Jovis y similares, también opinaban que ese chico llamado Sabina tenía su punto. Por fin me dejé de considerar el rarito de la clase y le confesé mis gustos musicales a los superclases de mi clase. De la Argenita y compañía, ni palabra por supuesto. Sólo hablaba de ese hombre del traje gris que decía llamarse Joaquín.
Este verano pasado en el trabajo mis jefes me pidieron que pusiera algo de música de mi coche para escuchar mientras trabajábamos dentro de un garaje. Yo puse "Dos Pájaros de un Tiro" y puse a todo trapo la de “Pacto entre caballeros”. Era la más divertida y con creces la más movida. Mis dos jefes se echaron a reír mientras me decían al tiempo: “¡Quita eso! ¿no tienes algo más movido?!” Dije que no. Era un no seco y rotundo que disipaba toda duda y que dije mientras tragaba saliba y cerraba con llave (*) la guantera que me custodió como oro en paño durante 3 horas el cd de la Argentinita mientras mi otro compañero puso en su coche música árabe alternándolo con reggaeton. Aquella escena, tiempo después me la recordó un anuncio. Básicamente el contraste de músicas. En el trabajo no había chicas por medio.
(*) Lo de la guantera no es del todo cierto. Sólo lo pongo para que quede bonito: mi coche no tenía esos lujos, la guantera no tenía llave.
PS: Mientras escribo esto me doy cuenta que estoy mucho más chapado a la antigua de lo que me gustaría. Estando hace tiempo con una amiga lectora de este blog me preguntó la hora y acto seguido eché la mano al pantalón para sacar mi móvil. Ella me dijo: "Para qué metes la mano en el pantalón ¿No me digas que tienes un reloj de bolsillo?" Isa, si lees esto, que sepas que la duda ofende. Hummm. Sin acritud.
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