lunes, 24 de noviembre de 2008

De Trovadores y Juglares




Cuando se derrumbaron las civilizaciones griega y romana, en Europa comenzó un largo periodo de retroceso cultural. Desaparecieron los grandes poetas, desaparecieron los grandes teatros donde se escenificaba para un gran público. La cultura se encerró en algunos conventos y estaba al alcance de sólo una minorías.

Fue en la Provenza, en el siglo XII en donde aparecieron los primeros trovadores (trovador o halladores) de palabras felices, no escribían en latín, sino en la lengua de OC.

Se llamaban así para distinguirse de los intelectuales que escribían en latín. Los trovadores eran gente culta, alegre y satírica que se expresaba en el idioma del ciudadano común. Componían la letra y la música de sus canciones, y este era su oficio. Sus obras eran interpretadas por los juglares, origen de los canto-autores de hoy, que además de saber cantar sabían también dominar diversos instrumentos musicales. A veces estos juglares componían también la letra y la música, como lo hacen los canto-autores de hoy.

El éxito de los trovadores y juglares y su enorme influencia sobre las gentes, asustó muchas veces a los detentadores del poder: el concilio de Letrán prohibió a clérigos y monjas tener trato con los trovadores y juglares, a los que definió como gente disoluta y libertina. Pero también del mismo poder eclesiástico hubo gente que no pensaba lo mismo: Francisco de Asís y sus discípulos rompieron esta prohibición al llamarse ellos mismos “juglares del Señor”.

Los trovadores, juglares y canto-autores de hoy día han mantenido enriquecido este oficio, pero también, como antes han sido mal vistos en muchos países, han sido prohibidos, marginados y hasta encarcelados.

Pero ahí están, trovadores y juglares de hoy, como antiguos y gastados luchadores en favor de la alegría y de la libertad.

Jose Agustín Goytisolo (Prólogo a Paco Ibañez en el Olímpia)

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